Hasta hace poco los vehículos sin conductor habían estado presentes sólo en el ámbito de la ciencia ficción. En los últimos años, desde que Google lanzara un prototipo de vehículo autónomo, lo que parecía algo difícilmente imaginable se ha convertido en realidad. Los vehículos auto-conducidos se caracterizan por su capacidad para desplazarse de manera independiente debido a que disponen de un conjunto de herramientas que les permite percibir el entorno que les rodea y tomar decisiones en consecuencia. Diferentes trabajos de investigación apuntan a que existirá una adopción casi generalizada del vehículo auto-conducido en niveles altos de automatización entre el 2040 y el 2060. Uno de los puntos que generan mayores dudas es cómo será el periodo transitorio en el que vehículos autónomos y conectados coexistan en la red con vehículos conducidos de manera convencional.
El vehículo auto-conducido, de acuerdo a la opinión generalizada de muchos expertos, es una de las invenciones que revolucionará la humanidad. No obstante, la revolución no está tanto en el desarrollo tecnológico en sí, como en las implicaciones que tendrá en el modo en que la sociedad se organiza, se relaciona y entiende su vida. Algunas pinceladas que muestran el impacto de este cambio de paradigma son por ejemplo el hecho de que el uso de un vehículo no será ya un problema para aquellas personas que no conduzcan bien por dificultades físicas o por razones de edad. Eslóganes como “si bebes no conduzcas” perderán toda su fuerza con la conducción autónoma. El llevar los niños al colegio dejará de ser una preocupación para muchos padres. Disponer de un vehículo en propiedad dejará de ser una opción económicamente rentable para muchas personas debido a la posibilidad de utilizar vehículos sin conductor, etc.
En general existe un acuerdo por parte de los expertos y la comunidad científica en que la conducción autónoma implicará una importante reducción de la accidentalidad. Los vehículos autónomos eliminarán el factor humano en la seguridad viaria, ya que los sistemas de control del vehículo no pueden beber más de la cuenta ni distraerse ni cansarse. Estos tres factores son los responsables de casi la mitad de los accidentes que se producen en las carreteras de los países desarrollados. El aumento en la seguridad se basa en que la capacidad de los vehículos autónomos de identificar el entorno es muy superior a la de los humanos debido a una mejor percepción de la realidad, una mejor toma de decisiones, y una ejecución de maniobras más precisa.
Una de las consecuencias del vehículo auto-conducido será previsiblemente que los vehículos de alquiler compartidos (taxis autónomos) resultarán mucho más baratos de lo que son los taxis en la actualidad al desaparecer el coste laboral. Esta situación llevará a que a muchas personas no les compense económicamente disponer de un vehículo en propiedad. En otras palabras, probablemente haya menos vehículos, pero mucho mejor aprovechados. Es importante tener en cuenta que en la actualidad la mayoría de los vehículos se encuentran aparcados durante gran parte del día.
Aunque a primera vista no parece que la conducción autónoma y conectada pueda tener un impacto muy importante en el transporte público, hay dos aspectos que van a influir de manera determinante en la competencia entre ambos: el primero es que las personas que no conducen van a tener un acceso mucho más sencillo a un vehículo; y, el segundo es que el vehículo de alquiler va a ser mucho más económico que en la actualidad. En consecuencia, el compartir un vehículo autónomo puede llegar a ser más barato que el transporte público, sin tener en cuenta que dichas tarifas están generalmente subvencionadas. A consecuencia de ello, parece previsible que las rutas regulares de transporte público en líneas de débil tráfico, tal y como las conocemos hoy en día, tiendan a ser sustituidas por servicios de taxis autónomos, lo que puede redundar en un importante ahorro presupuestario para las Administraciones públicas.