Diésel: La nueva esperanza

Los planes de transformación energética diseñados en Europa a lo largo de los últimos años estaban basados en tres premisas fundamentales, la disponibilidad de recursos económicos, la estabilidad en el suministro de las energías convencionales y disponer de tiempo suficiente para poder implementar los cambios.

La incapacidad de la dictadura china de garantizar la seguridad alimentaria y acabar con la epidemia de peste porcina en su país, disparó el precio de los alimentos básicos, obligando a que las clases trabajadoras chinas, en plata “los pobres”, volvieran a los viejos usos alimentarios comiendo animales salvajes sin garantía veterinaria alguna. El golpe simultáneo en todo el mundo de la pandemia COVID 19 nos ha dejado sin dinero.

La aparente debilidad estructural de los sistemas democráticos ha provocado que la teoría del “hombre fuerte” vuelva a campar a sus anchas por todo el mundo, llevando al poder a personajes que siempre tienen soluciones “evidentes” a problemas muy complejos.

El tirano ruso, perfectamente conocido por su larga lista de envenenamientos, encarcelamientos y “desapariciones” de sus oponentes, ha destruido la confianza en la estabilidad del suministro con su ataque a Ucrania, para “sorpresa de la inteligencia mundial”. A nadie debería sorprenderle que, ante la mala evolución de su ofensiva sobre Ucrania, sea capaz de utilizar armas nucleares tácticas para acabar con la resistencia de la ciudadanía democrática. Acaba de avisarlo.

Un poco de historia

Sólo por recordarlo, a principios de febrero la principal discusión energética en Europa era si la energía nuclear y el gas natural podían considerarse energías verdes o no. Hoy la discusión es cómo vamos a reducir nuestra dependencia energética de Rusia y otras tiranías.

¿Y qué tenemos realmente disponible? Pues la lista es muy corta, renovables (limpias, pero inestables), nuclear, carbón y petróleo en todas sus variedades. El hidrógeno estará, pero no sabemos cuánto tendremos que esperarlo. Faltaría la extracción de gas natural mediante fracking, a imitación de Estados Unidos, pero para eso se necesita un cambio profundo en la mentalidad europea.  Tendremos que esperar quince días más.

Los vehículos industriales eléctricos, debido a su reducida autonomía, sólo son eficientes energéticamente en entornos urbanos y su volumen real en España es insignificante. El hidrógeno está en fase de prototipo y no habrá fabricación masiva antes del final de ésta década. De su potencial eficiencia económica no tenemos noticias.

Y en España…

La economía española exige inversión tecnológica, cualificación profesional y energía barata. Pero necesitamos tiempo, dinero y sobre todo un cambio de mentalidad radical.

¿Tenemos que abandonar los objetivos de las Agendas globales frente al cambio climático? Rotundamente no, pero debemos explorar todas las alternativas energéticas y tecnológicas a nuestro alcance, biocombustibles, combustibles sintéticos, motores térmicos más limpios, etc…

La inflación en España está disparada por lo que nuestro actual gobierno debería aparcar sus proyectos de incremento de impuestos a los combustibles “tradicionales”, únicos de uso masivo, y retrasar la implantación de los peajes en infraestructuras ya construidas.

Sólo por recordar, el transporte por carretera mueve el 53% de los pasajeros y el 96% de las mercancías. Con el GNL a precio disparatado, a día de hoy, el transporte profesional por carretera sólo tiene una opción real disponible de forma inmediata, el diésel. Cosas veredes mi buen Sancho…

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